domingo, 18 de octubre de 2009

¿Hace (otra/)una partidita de ajedrez?

Mira, pongamos el caso del ajedrez. ¿Alguna vez has jugado? Venga, me apuesto lo que quieras a que sí. Ahora, recuerda una de esas primeras partidas. No una de esas en las que sabías desde el principio que ibas a perder, porque tu primer rival era tu propio maestro; sino una de esas en las que te creías lo suficientemente poderoso como para sorprender a ese que antes era tu maestro y que ahora parecía ser el primero con el privilegio de ser vencido por ti.

¿Recuerdas cuando tenías la jugada preparada desde el principio? Ese optimismo ciego te llega hasta los ojos (¿Casualidad?), y decides trazar la jugada de principio a fin. Iras a por el rey con tu reina, obviamente. Eso será magnífico. Increíble. Deslumbrante. Una partida de ajedrez perfecta. Ya le vas pillando el sentido al ajedrez, claro, por eso las partidas de ajedrez duran tanto cuando se juegan en competición.

¡Jugadón! Ya notas ese frenesí fricky que te permite olvidar las jugadas de tu oponente y concentrarte en lo único importante: Tu propia jugada. Un peón, una torre, un alfil.

Sacas todo lo que puedes de ti mismo. Hasta mueves con grácil agilidad la mano al desplazar las piezas por el tablero. Ups, te comes un peón, un alfil, una caballo. Hasta una torre. Menudo crack. La partida se desarrolla con asombrosa rapidez, al menos, en lo que a ti respecta. El hecho de que seas tú el que mueve ficha nada más adquirir el turno, y que sea ese ex-maestro el que tarda tanto en mover, lo interpretas como síntoma evidente de que tienes la partida bajo control.

Colocas con precisión tu orgullo sobre el tablero, en forma de dama engalonada de blanco, y te preparas para arrebatar el orgullo de tu oponente, que supones que está vestido de negro allí delante. Jugada perfecta. Te atreves a soltar una sentencia de muerte:

'Jaque mate'

Casi te levantas de la silla cuando lo inevitable aparece, anunciado por esa sonrisa sarcástica que te roba tu adversario, y cuyo alimento no atinas a encontrar en el fondo de tu mente (Y, ¿por qué no decirlo?, de tu corazón). ¿Qué ha pasado?

Unos dedos como garras se abalanzan sobre tu reina. La toman entre sus manos y la sueltan de cualquier manera al lado del tablero de juego.

Buscando una explicación, tus ojos son los únicos que se atreven a seguir la línea perpendicular a donde hacía dos segundos estaba tu reina poderosamente erguida. La respuesta a tus interrogantes está allí, plantada como una mole de tierra. Una torre, que tu adversario no se ha molestado siquiera en desplazar hasta el lugar donde se situaba tu reina.

Pero lo hace, con aquello que te ha robado campando a lo largo y ancho de su cara. Aún así, se atreve a hacer un último hurto:

'Ahora sí, jaque mate'

Y entonces sientes que te hundes, que te has comportado como un chiquillo por no haber visto toda la jugada del adversario, y te arrepientes por no haberte anticipado a los acontecimientos.

Ante la mirada de tu adversario y maestro, que ha visto sustituido su botín por un gesto de compasión, casi llegas a coger a la blanca dama vestida aún de tu destrozado orgullo, pero decides que no confiarás en ella/él la próxima vez.

Porque en el fondo sabes que tu maestro/adversario te dará otra oportunidad para enfrentarte a él en otra partida de ajedrez. Y tendrás otros errores; pero este, otra vez, no. O, al menos, eso creéis.

(Venga, ¡no me digas que no sabes quién es tu maestro/adversario y qué partidas de ajedrez son las que tienes que disputar!)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sensacional, ¡fantástico!

Me he metido de lleno en la historia, ¡vivía la escena! Me encanta, en serio, esa magia para escribir no la tiene nadie.

Da de qué pensar, la verdad.

¡Gracias Álvaro! =)

Sonia dijo...

Vale...

Lo lee la peor jugadora de su propio ajedrez y la que peor sabe sus propias jugadas.

Lo tomaré como una coincidencia y como un MUY buen consejo.

Como siempre, me encantas =)

Isabel Merino González dijo...

Sencillamente me ha encantado. He vivido la situación en mi propia piel, estaba sintiéndola y emocionándome a la vez. Eres un genio tío. De esta historia se puede sacar enseñanza, muy útil :)