martes, 4 de noviembre de 2008

Actividad de clase

Hay ciertas actividades de un libro de texto que pasan desapercibidas a los alumnos. Mejor dicho, son los tipos de actividades que ni el alumno se quiere molestar en hacer, ni el profesor quiere molestarse en corregir.

Sin embargo, he tenido suerte. Han mandado una actividad de este tipo, y como se trata de escribir, de crear, me he puesto manos a la obra. Os copio el enunciado de la actividad íntegro, y, a continuación, el relato que he escrito yo solo [Obviamente]

Página 44, número 9
Inventa un cuento similar al de Galeano (Ha de tener apariencia de leyenda antigua) que explique el origen de una característica física, propiedad, habilidad, etc. de algún elemento de la naturaleza o ser vivo. El cuento ha de tener una intención didáctica o moraleja.



Cuando la Tierra se creó, no nació de la nada. Nació de un todo y una nada al mismo tiempo, no es que hubiese tinieblas, sino que había tinieblas y luz al mismo tiempo. No es que no hubiese nada, sino que no había ni nada ni todo. Cada materia formaba parte de un ente inestable. En él estaban todos lo átomos y ninguno. Todos los colores y ninguno. Todos los sentimientos y ninguno, al mismo tiempo.

Así, cuando todo se ordenó, cada parte, cada realidad, quedó asignada y preparada, y cada cosa con un toque de luz.

Por tanto, las tinieblas comenzaron a ser repudiadas, todo el mundo las consideraba malignas y, cuanto menos, inútiles.

Esta es la historia que demuestra que las tinieblas son la realidad que más significado connotativo negativo tiene.

La historia no comenzó con el inicio del relato que va a ser contado a continuación, pero sí fue cuando una idea comenzó a tomar relevancia. Así, puedo decir que todo comenzó con una llamada para una reunión en la Tierra.

La Madre Naturaleza se llevó todos los árboles consigo para asistir a ella, incluso también se llevó algunos de sus animales, sin alterar el estado de perfección a la que habían llegado mediante la adecuada combinación de instintos, el Océano tuvo que apañárselas para retener los mares, tan paralelos, mientras estaba allí presente, al Aire le costó mantener dispersa la concentración idónea de sus gases al tiempo que escuchaba atentamente lo que allí se cocía.

Así, una vez todos – o casi todos – estuvieran allí reunidos, los Desiertos formularon, con su áspera y rugosa voz, la pregunta que cada individuo allí presente tenía en mente:

-¿Quién ha solicitado esta reunión de la naturaleza?

Obviamente, sólo uno de aquéllos podía responderle. De hecho, simplemente tenía que hacerse notar.

Pero no podía, porque era la Nada, y allí había todo.

Sin embargo, sólo una mísera voz se alzó entre los murmullos enfadados y entrecortados de los formantes del Todo.

-¡Esta reunión ha sido convocada por La Oscuridad!

Todos se mostraron horrorizados ante tal idea, y trataron de buscar la fuente que había proferido tal calumnia.

Todos los ojos – si es que así se les podían llamar – se centraron en una diminuta criatura. Las formas finas, alargadas, humanoides, y, sobre todo, oscuras, alarmaron a los presentes.

Aquello era un ente de la Oscuridad.

-¿Y qué pretendes? – preguntó la Energía, entre interesada y divertida, muy divertida. La respuesta fue inmediata, y, probablemente, premeditada.

-Saludos. Mi nombre es Borolún. Hace tiempo que mi señora, la Noche, está perdiendo el juicio. No ve nada con los mismos ojos de antes. Se cree no capaz de ayudar a un mísero pájaro, o un mísero alce. Se cree que no sirve para nada, cada día nos lo susurra totalmente desalentada. Cree justo lo que nos decís vosotros, tal y como intentáis hacernos creer a nosotros.

»Y eso que antes miraba el mundo con optimismo, creía que su vida existía para cumplir una especie de destino, que estaba ahí para tapar un vacío que, de otra manera, existiría si ella no estuviese ahí.

»Ahora, como ya os he dicho, se está muriendo. No tiene demasiado más que hacer aquí, ha perdido toda esperanza de un futuro en el que sea aceptada. Su tristeza ha ido tan en aumento, que llegará un momento en el que, por fin, muera desesperada.

A pesar de hablar de palabras desalentadoras, el Ente hablaba inspirado, se creía lo que estaba diciendo, y, por tanto, aquello era completa y totalmente cierto. Aquello no pasó desapercibido a otro ser allí presente

-¿Y bien? – preguntó el día, magnate de todo lo allí presente – Ése que dices ha sido, sin duda, su cometido. Estar por estar, no sirve para nada más. Sin embargo, dices todo esto no entristecido, sino convencido. ¿Por qué?

La determinación continuaba presente, también, en los vacíos ojos del ente de la Oscuridad:

-Te equivocas, día, en realidad sí ando entristecido, pero nosotros, los que por el paso del tiempo nuestra piel se ha oscurecido, y a los que cuyos ojos se han tornado del color del azabache, aún hay algo que sentimos, y es la esperanza de poder pedirte, de poder contarte. Y no te pedimos que nos ayudes a nosotros, sino que eches una mano a la Noche, pues su ida causará un vacío que no podrá jamás cubrir cualquier otro.

No obstante, los presentes en aquel lugar objetaron enseguida. Le gritaron al ente que se marchase, que no lo necesitaban allí, que aquello podía ser cierto, sí, pero que daba igual, la Noche había llegado a una conclusión a la que ellos ya habían llegado hacía tiempo: Las tinieblas no servían; es más, eran malignas. Por tanto, su abolición, su desaparición, era una utopía que ya no se mostraba como tal, sino como una realidad alcanzable.

Pero, por desgracia, no tenían razón.

Pasaron los años, los siglos.

Al fin, todo elemento de la naturaleza se dio cuenta de algo inevitable: La Noche comenzaba a decaer. Cada vez extendía su plateada manta sobre el mundo unos instantes más tarde que el día anterior.

Sin embargo, provocó distintas reacciones en el mundo. Las profundidades de los mares, que siempre habían permanecido en la oscuridad, no pudieron soportar perder el único momento que tenían para sentirse igual que sus homólogas de la superficie, igual de iluminadas, todas por igual.

Los animalillos que creaban sus refugios bajo la Tierra no podían soportar la idea de sentirse desamparados, siempre iluminados, siempre a objetivo de los depredadores.

La tensión latente era tal, que comenzó a haber enfrentamientos entre diferentes elementos, alterando la perfección de la vida.

Así, estos y otros constituyentes del mundo convocaron una reunión. Hubo un veredicto, dictaminado, cómo no, por el día.

-En nuestra bondad, hemos decidido acabar con una pesadilla que cada vez se asemeja más a una realidad. La amenaza proferida por el ente, de que la Noche no volvería a estar presente, va a recibir, muy a mi pesar, una recompensa. Aceptarla o no depende de ella. Vamos a dar un trozo de mi Sol a la Oscuridad, para que siempre nos pueda iluminar.

La decisión, de nuevo, creó polémica. Y, otra vez, dividió al Mundo en dos grupos, los mismos que en la situación anterior. Unos quedaron maravillados ante la posibilidad de tener siempre un Sol, pero otros llegaron a preguntarse qué diferencia había entre tener un solo Día continuo y tener dos Días que se alternasen.

No obstante, decidieron esperar a la reacción de la Noche.

Desde el mismo día que llegó a brillar Sol 2 en el cielo, la Noche comenzó a acelerar su desaparición.

Esta vez, el conflicto que estalló fue mayor. Las profundidades de los océanos, mayores en cantidad que las superficies de los mismos, comenzaron a tratar de invadir las superficies de las tierras, provocando un caos total. El Subsuelo comenzó a hacer temblar los bosques, que se veían derribados ante la imposibilidad de hacer algo. Los depredadores comenzaron a cazar los diminutos animales que no podían esconderse en la oscuridad, los pájaros comenzaron a invadir los hogares de los ciegos murciélagos, que había quedado sin un oscuro hogar. El aire consiguió congelar unas veces el agua acumulada sobre la Tierra y la Arena, provocando hielo casi infinito.

Hasta que un día, una voz que les sonaba familiar a todos, consiguió alzarse sobre los silenciosos gritos de guerra de todos los seres.

Pero no le escuchaban, les daba igual.

Así, sólo le quedó una oportunidad al hombrecillo que se había autodenominado Borolún. Una oportunidad un tanto extraña. Se fue a un extremo del mundo y voló. Ayudado por la Energía, que se había mantenido neutral en el conflicto y que había entablado una estrecha amistad con él, le ayudó a que llegase hasta el Sol 2, describiendo una aureola multicolor. El golpe fue brutal, el humanoide se estrelló incluso de tal forma que hizo que la superficie del Sol 2 estallase en mil pedazos. Sólo un trozo, inerte, casi muerto, se quedó allí grabado en el cielo.

El resto se esparció, dejando un cielo estrellado.

La Noche, en ese momento, despertó de su extenso letargo. Todos quedaron maravillados ante la vitalidad de alguien que ha vuelto a la vida... pero a qué precio.

Todos los individuos quedaron impresionados ante la actitud del hombrecillo. Se había autoinmolado para provocar semejante acción heroica, de esos estaban todos seguros.

La Oscuridad quedó entristecida para siempre. Se sintió culpable de lo que había hecho. Pero, enseguida, recobró la esperanza. No podía dejar que, por una idea que le indicaba que no servía para nada, todo lo que existía comenzase una encarnizada batalla, y sólo por aquella idea que ahora le parecía radical y estúpida. Porque, de todas formas, le convenía luchar por aquél que, desde la humildez, y entregando su bien más preciado – la vida –, había intentado hasta el final hacer el bien.

Por tanto, decidieron darle un nombre a aquel regalo que, a pesar de no brillar con luz propia, alumbraba la oscuridad de la Noche. Y, en honor al ente, se llamó Luna.

Dicen que la Noche, para no olvidarse del error, y recordar su naturaleza oscura, que no maligna, cubre con sus sombras poco a poco la Luna, con cuidado de no destruirla, para, trascurridos dos días, retirar de ella con la misma delicadeza la manta de negrura.

Cuentan, además, que hubo un homenaje más a la acción heroica de Borolún. La Energía, en el mismo lugar donde el ente había volado, repetía los mismos colores que había descrito la estela de su movimiento. Así, se transmitió de hombre a hombre el nombre del chico, gracias a la Aurora de Borolún, la Aurora Boreal.


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sábado, 1 de noviembre de 2008

Situación irreal

Cada susurro que siento
se convierte en un lamento
de aquello que pudo haber sido.
Cada tristeza inspirada,
Cada palabreja inventada,
Me destroza mi otrora fino oído.

No puedo, pues, escuchar tu delicado aliento
que se queja de tu futuro encuentro
con lo que se me antoja la muerte.
Tú, aún así, procuras no llamarle "La Nada"
para transformar en un cuento de hadas
el hecho de ser un inútil cuerpo inerte.

Y tú, tratas de hacerme creer que te da igual,
muestras una insultante naturalidad.
Y yo pasó junto a ti el último de tus días.
Y tú susurras palabras de perdón,
y yo me imagino que el que las profiere soy yo.
Y tú pasas junto a mí el último de tus días

Y, a pesar, de tus esfuerzos casi vanos,
me haces olvidar sólo un rato
que yo también caeré cuando termine tu vida
Y tendré que irme yo también.
Pero, aún así, perfectamente entenderé
Que, si he de, pereceré por una amiga.