domingo, 9 de diciembre de 2012

La cueva, Mumford e hijos.


Hay vacío en el valle de tu corazón. Sale el sol, mientras tú caminas alejándote de todos los temores y las culpas que dejas atrás. La cosecha no te ha dejado comida que comer. Caníbal, carnívoro, ya lo ves. Pero yo he visto lo mismo, conozco esa sensación de culpabilidad en tu derrota.

Pero yo mantendré la esperanza, y no te dejaré asfixiarte con el dogal que rodea tu cuello. Y encontraré fuerza en el dolor. Y cambiaré mis formas. Conoceré mi nombre cuando me vuelvan a llamar.

Porque tengo otras cosas con las que llenar mi tiempo. Tú coges lo que es tuyo, y yo cogeré lo que es mío. Ahora, déjame frente a la verdad que refresque mi mente rota. Vaya, que me ates a un poste y tápame los oídos; puedo ver ventanas y huérfanos a través de las lágrimas. Conozco mi llamada a pesar de mis culpas y a pesar de mis crecientes temores.

Pero yo mantendré la esperanza, y no te dejaré asfixiarte con el dogal que rodea tu cuello. Y encontraré fuerza en el dolor. Y cambiaré mis formas. Conoceré mi nombre cuando me vuelvan a llamar.

Así que sal de tu cueva caminando sobre tus manos, y mira el mundo puesto del revés. Puedes entender la dependencia cuando conoces la tierra del creador. Así que haz tu llamada de sirena, y canta todo lo que quieras. No oiré lo que tienes que decir.

Porque necesito libertad ahora, y necesito saber cómo vivir mi vida como se supone que he de hacerlo.

Pero yo mantendré la esperanza, y no te dejaré asfixiarte con el dogal que rodea tu cuello. Y encontraré fuerza en el dolor. Y cambiaré mis formas. Conoceré mi nombre cuando me vuelvan a llamar.