martes, 21 de abril de 2009

Alzh Ei Mer

Un destellito.
¡Vaya rayo de luz se filtra por la ventana! ¿no? Es un resquicio, el único que se adivina del Sol que sé que tiene que estar campando a sus anchas por el cielo en este preciso momento.

Lo que pasa es que el destello no viene de la ventana... De todas formas, ¿qué más da?

...

Como si de una alarma se tratase, el sol alumbra unos cuantos rostros pálidos acunados sobre la cama. Yo estoy tumbada, claro, ¿cómo no? Siempre he sido muy perezosa.

Alcanzo a ver el rostro de uno de los guardianes de mi sueño. La edad ha sido generoso con él, porque a pesar de las arrugas que surcan su cara, parece estar la mar de sano. Bueno, parecería de no ser por la palidez acomodada a lo largo y ancho de su cara.

¡Pero la edad no ha sido generosa con mi pelo! Noto algunos cabellos blancos sobre la parte de las sábanas más cercana a mí.

Destello.

Y tampoco he tenido suerte con mis ojos... intento entrecerrarlos un poco para distinguir las caras de los otros. Hay hasta un niño, además de 2 adultos: un hombre y una mujer. Sobre las facciones del hombre se pueden descubrir algunas pinceladas de los ojos del hombre más mayor. En el caso de la mujer, la boca obviamente le pertenece al anciano. Eso sí, en vez de con arrugas, sus labios están adornados con un pintalabios difuminado. ¡Vaya! ¡Ya la gente no sabe cuidarse! ¿Cuánto tiempo hace que se ha mirado al espejo? ¿Cuánto tiempo hace que se ha preocupado por sí misma?

Destello.

Quise levantarme. Lo juro. Pero algo muy pesado tiraba de mí hacia la cama verdosa. Intenté descubrir el origen de esta pesadez, mas lo único que noté fue una suave aguja acomodada entre los... ¿músculos? de mi antebrazo derecho. Quise levantar mi mano izquierda para quitar ese estúpido tubito que, confieso, no sé por qué estaba ahí. El caso es que otra nueva fuerza me impedía ejecutar la acción: Una mano estaba entrelazada entre la mía. Pero ese no era el impedimento. El problema era que al mirar al ancianito, aquel que me estaba cogiendo la mano, algo me impedía separarme de él.

Destello.

¡Ya está bien! Con o sin tubo, necesito saber de dónde viene ese incesante destellito. Me cuesta más de lo normal levantar la mano derecha, por donde supuestamente me implantan un poquito de salud, pero la curiosidad siempre ha primado en mi personalidad. Llevo la mano hacia el lugar desde donde salen los destellos. ¡Qué carajo, es mi pecho!

Sobre él descansa un medallón. Simple, de un material que, desde luego, no refleja la luz. Pero, oh desgracia del Señor, está abierto, y un cristal emite esos destellos. Levanto casi con emoción el medallón y...

Destello.

Ahí estoy yo, de joven. Lo sé. Voy vestida de novia. Y están esos pendientes tan bonitos que tanto me gustan. Son muy antiguos. También lo sé. Pero, demonios, ¿por qué no sé más?

Y junto a mí... Aparece una sonrisa radiante plasmada en unos labios que creo que ya conozco, cobijados bajo una mirada que también alcanzo a recordar. Incluso, con un par de arrugas más, podría ser...

Cierro con brusquedad el medallón. Hay algo que no alcanzo a entender. Algo me impide comprenderlo todo. Pero...

Destello

¡Un momento! ¡Pero si he cerrado el medallón!

¿De dónde viene ese destello?

Destello

Para añadir un enigma más, noto humedad en la mano con la que sostengo el medallón, fuertemente cerrada junto a mi pecho.

Otro por qué más...

¿Por qué estoy llorando?

miércoles, 1 de abril de 2009

Gris, pero, ¡ojo!, abrasador

Han pasado soles ya
Y nos volvemos a encontrar
Tus mejillas me reciben frías
Tus labios están cortados
Mis ojos esperan que te rías
Mi voz suena irónica tras cada comentario

El triste viaje al pasado
Se ha quedado sin entrada
Las caricias de tus manos
Ahora son recuerdos en tu mirada.

Y, de nuevo, una despedida
que se me antoja más amarga que la anterior
Me besas por doble partida
Una vez por cada error
Así, mientras calculo la media de tus besos
Trato de recordar tu corazón.

Veo derretir en mí
El sentimiento de antaño
ante tu fría pupila gris
ante esos ojitos ralos.
Haciendo caso omiso a la razón
La extraña fascinación se abre paso.

Y, de nuevo, una despedida
que se me antoja más amarga que la anterior
Me besas por doble partida
Una vez por cada error
Así, mientras calculo la media de tus besos
Trato de recordar tu corazón.

Y, de nuevo, el sol se pone
lanzando destellos de lo que pudo haber sido
Me besas por partida doble
Tratándome como otro amigo.
Así, vagamente calculo la media de tus besos
Trato de reunirme contigo.